domingo, 15 de febrero de 2015

ACARICIANDO EL CIELO






Esta novela de ficción, está relatada por su protagonista: un joven de éxito, que trabaja en una consultoría financiera. Gana mucho dinero y se lo hace ganar a sus clientes; tiene una novia muy guapa y también rica, un coche de lujo, un Rolex… Pero lo que él no sabe es que, en pocos días, va a perder todo lo que tantos años le costó ganar. La caída de Lehman Brothers le va a arrastrar. Se le echa la culpa de las grandes pérdidas que sufre su empresa y es despedido. Su novia le echa de casa y, desesperado, decide regresar al hogar familiar en Galicia. En un pueblo perdido de la montaña gallega sigue viviendo su padre con el que hace dos años que no se habla; justo desde la muerte de su hermano Ernesto cuando intentaba alcanzar la cima del Everest.

En el granero de la casa encuentra una caja con las cosas de su hermano que el gobierno nepalí devolvió a su padre; entre ellas, su diario de viaje. Cuando lo lee, se da cuenta de que las cosas no ocurrieron como se les había contado pues llegó a la cima y así lo dejó escrito. También fue consciente de la muerte de varios miembros de una expedición alemana que por esas fechas estaban también escalando la montaña y junto a los que, según el gobierno, había hallado la muerte.

Viendo algo raro en la muerte de su hermano, nuestro protagonista y su padre deciden ir a Nepal a investigar...


Monte Everest

El libro no es únicamente apto para aficionados a la montaña, sino a todo tipo de público. No es sólo una novela ambientada en el Everest y sobre escalada, sino que es una historia de cambio y regeneración personal, de intriga, de aventuras, de amor, de viajes, de tierras lejanas y de lugares exóticos. Particularmente, me ha parecido un poco exagerado, increíble. No me imagino malvados sherpas  a 7.000 metros de altura con armas de fuego, ni otros detalles que no quiero desvelar para no estropear el final al futuro lector. Pero no deja de ser una novela entretenida. Se lee muy rápido.

El autor es Fernando M. Cimadevila (Santiago de Compostela, 1977). Además de escritor, es director literario de Contos Estraños, una editorial de terror, fantasía y ciencia ficción y además posee junto a David Cortizo otra editorial O Fogar das palabras en la que hacen un trabajo de autoedición, para los escritores que prefieran editar sin la intermediación de una editorial. Como escritor Fernando, además de la serie "O mundo secreto de Basilius Hoffman" publicado en Urco Editora, ha escrito la serie infantil "As aventuras do Apalapador" de la que ya hay publicados tres volúmenes, con la editorial Contos Estraños .


Fernando M. Cimadevila

Acariciando el cielo ha sido finalista del Premio Desnivel de Literatura de Montaña de la edición 2014. Este premio lo convoca Ediciones Desnivel, con el propósito de estimular la creación literaria en lengua española, que refleje los valores del montañismo, de los viajes y de otras formas de aventura en la naturaleza, destacando su importancia como elemento renovador de la vida individual y social.


"Nunca hubiera podido imaginar los secretos que ocultaba el cuaderno de viaje de mi hermano, ni de la profunda huella que había dejado a su paso por el Nepal. Bajo la temblorosa luz de las llamas recorrí con la vista aquel trayecto, despertando en mi mente imágenes de lugares que solo había visto en los libros: Kathmandú, Namche Bazaar, la aldea de Dingboche... Sus palabras, como ecos del pasado, despertaron en mí la necesidad de ir tras sus pasos. El Himalaya custodiaba la verdad sobre lo ocurrido, un misterio cuyas claves residían en aquel diario por el que algunos estaban dispuestos a matar. Así comenzó una aventura que cambiaría nuestras vidas, con la esperanza de alcanzar esa cumbre, donde al fin, podríamos alzar la mano y acariciar el cielo..."





FICHA DEL LIBRO:

Título: ACARICIANDO EL CIELO

Autor: Fernando M. Cimadevila

Editorial: Ediciones Desnivel

Año: 2.014

Nº de páginas: 127

ISBN: 978-84-9829-300-5







lunes, 9 de febrero de 2015

CIRCULAR RIGLOS - LA PEÑA - RIGLOS


Fría mañana de febrero. A la negativa temperatura que marcaban los termómetros, había que añadirle el aire que soplaba. Pero daba igual. Los músculos de las piernas nos pedían actividad, y Agus y yo estábamos dispuestos a darnos una buena pateada por Riglos.


A pesar del frío, el día amaneció despejado.


En esta ocasión, haremos la circular Riglos -Pardina de Cacabiello  (o Carcavilla)- Embalse de La Peña - Pardina de Escalete - Riglos. Comenté esta ruta un poco por encima en la entrada RIGLOS. Yo ya la habré realizado una decena de veces, pero para Agustín va a ser la primera.

Quedamos en Zaragoza, en la puerta de mi casa, a las 8 de la mañana, y tomamos autovía hacia Huesca. En Ayerbe, hicimos la típica parada para desayunar, comprar una barra de pan para nuestro almuerzo, y un par de hogazas para llevar a casa.

Una vez en Riglos, tras ponernos las botas y organizar las mochilas en el parking, comenzamos a caminar hacia la base de los Mallos, en busca del comienzo de la excursión.


Inicio del recorrido.


Comenzamos la marcha muy abrigados. Cruzamos el barranco del circo de los Mallos, y comienza una marcada senda a media ladera por la que descenderemos hasta la altura de la vía del tren que une Huesca con Canfranc. Cruzamos la vía sin enterarnos, puesto que el tren pasa por un túnel en este primer trozo, para después ir constantemente paralelos a los muros del ferrocarril.




Continúa la estrecha senda entre escombreras de carbón quemado por las antiguas máquinas de vapor. Remontamos un falso collado en el que el trazado ferroviario atraviesa un túnel y descendemos finalmente hasta la misma vía, junto a una caseta. Ha pasado una hora desde que salimos.


Llegando a las vías, coincidimos con el "canfranero".

Llegando a la caseta ferroviaria.

Aquí, Agus y yo aprovechamos para hacer la primera parada.

Después de descansar y tomar un pequeño tentempié (con traguito de vino incluido), continuamos la marcha. Desde lejos, ya veíamos la pequeña Central Hidroeléctrica que está muy cerca a la Pardina de Cacabiello. 

Por cierto, en aragónes, una pardina es una finca rural aislada, formada por una casa, en torno a la cual se levantaban bordas, corrales y otras pequeñas construcciones ligadas a explotaciones agrícolas, ganaderas o forestales, que permitían una autonomía económica a sus habitantes. Históricamente, las pardinas jugaban un papel muy importante en la colonización de los territorios conquistados a los moros.

Una vez llegamos a la central, pasamos bajo el enorme tubo de agua y salimos a una pista por encima de la pardina.


Agus junto al tubo de la central.

Sobre la Pardina de Cacabiello, los carteles indicadores de la ruta.


La pista continúa, pero nosotros cogemos un desvío a la derecha perfectamente indicado con la marca amarilla PR-HU. Un estrecho sendero que asciende y asciende hasta las cercanías de la presa de La Peña.

Durante este trozo, disfrutamos de las bonitas vistas de la salida de las esclusas del pantano, el salto de agua de la presa y la estrechez de lo que en otro tiempo fue la Foz de La Peña.



Una vez en la cima del collado, la senda baja muy pronunciadamente hasta el pantano. Allí, un pequeño poste nos indica que tenemos que continuar hacia la derecha.




Ahora el camino va hacia el Este, y durante un par de kilómetros discurre entre el pantano y las vías del tren. Aquí ya empezamos a ver nieve, y ya no pararíamos hasta llegar casi a Riglos otra vez.





La pista es totalmente recta como el trazado del tren, hasta llegar a un cruce de caminos. Aquí volvimos a parar a beber agua y tomar algo de fruta.




Continuamos por la pista de la derecha que, tras cruzar la vía del tren, comienza a subir por entre un tupido bosque de robles hacia la Foz. 

Es una zona de sombra constante, por lo que la nieve está helada y nos hacía resbalar.





Tras la fuerte subida, la pista llega hasta la entrada de una de las partes del recorrido más bonitas: la Foz de Escalete. 

Colgada a media altura y tallada en la roca, la pista pasa por toda la garganta hasta introducirnos en el corazón de la sierra. Impresionantes vistas en este tramo sobre el fondo del barranco, la pared este de la Foz y la depresión del Gállego en La Peña.




Y al poco llegamos a la Pardina de Escalete. Al resguardo del aire, y junto a los ruinosos muros de la única construcción que queda, comimos. Llevábamos casi 4 horas caminando.




Tras zamparnos la empanada de atún, el fuet y el queso, continuamos la marcha hacia Riglos.

De momento la pista es ancha, pero enseguida se desvía el recorrido hacia un sendero a la izquierda, que resulta ser un atajo, pues al medio km volvemos a salir a la pista principal. Seguimos por ella sin dejar de subir, desviándonos de nuevo al cabo del rato por unos antiguos cultivos, hoy en día repletos de aliagas. Aquí la nieve se hace cada vez más presente. 

Y cuando era más pendiente la subida, dice Agustín : "Ups... las gafas de sol... se me han olvidado donde hemos comido...". Así que vuelta para atrás. No es cuestión de dejarlas allí, que valen una pasta... 

Cuando llegamos de nuevo a la pista, Agus decide que me quede con las mochilas, y él se va corriendo a por las gafas. A la media hora vuelve sudando y cansado, pero con las gafas en la mano. Seguimos la marcha.




A partir de aquí, la nieve tapa cualquier marca amarilla y blanca que pudiera haber. Suerte que recordaba la ruta, y que encontrábamos de vez en cuando alguna huella congelada de bota.

Al cabo de un buen rato, nos internamos en bosque. Otro de los lugares más bonitos del recorrido, con vistas a Peña Oroel, y a los nevados picos de Pirineo Aragonés.




Y llegamos a un claro, donde por fin dejamos de subir. Aquí una nueva indicación, nos hacía girar a la derecha.





A partir de aquí sería todo bajada hacia los Mallos. Una bajada con mucha pendiente, repleta de nieve y con un terreno muy irregular, que nos obligaba a tener mucho cuidado donde poner los pies para no caernos. 

Comenzaba la bajada primero a media ladera bajo enormes paredones de piedra y con buenas vistas sobre el río Gállego, para continuar descendiendo ya más acusadamente hasta el Collado del Mallo Firé, dominando ya el circo de los Mallos.


Foto desde el Collado del Mallo Firé.


Tan solo nos quedaba descender por entre pedregales y boj todo el circo, hasta llegar a los pies del Mallo Pisón, y posteriormente al poste indicador de inicio de la ruta que habíamos hecho y  entrada al pueblo de Riglos.

Cuando llegamos al coche, vimos que nos había costado 7 horas (paradas e incidente de las gafas de Agus incluidas).

Intentamos tomarnos una cerveza, pero tanto el bar como el refugio estaban cerrados ¿?, así que nos la tomamos en Ayerbe camino de casa...