miércoles, 12 de diciembre de 2012

LA PEDRIZA


Este puente de la Constitución, me he trasladado a la Comunidad de Madrid para realizar un trekking en uno de sus lugares más emblemáticos de la zona para excursionistas: La Pedriza.

La Pedriza es un gran batolito granítico enclavado al noroeste de la capital de España, en la vertiente sur de la Sierra de Guadarrama dentro del término municipal de Manzanares El Real. Este canchal berroqueño es el mayor conjunto granítico de Europa y en él se agrupan numerosos riscos, paredes rocosas, arroyos y praderas. Es una zona de gran interés geológico, paisajístico y deportivo.
Las acciones mecánicas que se han ejercido sobre estas rocas durante millones de años han conformado formas muy curiosas y atractivas, sobre todo para los escaladores, ya que cuentan con cerca de mil vías de escalada y de todas las dificultades. El senderismo es otro deporte muy practicado en La Pedriza. Prueba de ello es la afluencia masiva de gente que hay durante muchos fines de semana. Debido a ello, el  Parque Regional de la Cuenca Alta del Manzanares (a quien pertenece La Pedriza), restringe el paso a tan sólo 137 vehículos diarios, lo que provoca grandes colas de deportistas y turistas a primeras horas de la mañana.
Las 3.200 hectáreas que ocupa aproximadamente La Pedriza, es el espacio protegido más grande de la Comunidad de Madrid. En esta zona, declarada Reserva de la Biosfera por la UNESCO en 1993, abundan los matorrales mediterráneos, como la jara, y otros propios de la alta montaña, como el piorno. La fauna también es rica, especialmente en aves rapaces, reptiles y mamíferos como la cabra montesa.

Ya comencé bien montañero el viernes en compañía de mi hermana Pilar y de Angel, visitando tiendas de material deportivo y outlets (donde cayó un magnífico plumas por menos de la mitad de su valor), y paseando por el interior de la librería Desnivel, de recomendable visita si vais algún día a Madrid. Impresiona la cantidad de libros, mapas, revistas y demás material relacionado con la montaña y sus diversos deportes, por no hablar de la magnífica decoración. Por supuesto, también cayó un libro.

Y llegó el sábado, y salimos de Alcorcón (localidad donde vive Pilar) montados en el coche de Angel camino de La Pedriza, bien temprano para intentar ser de los primeros en llegar, y no encontrarnos la barrera de acceso bajada. 
En Manzanares El Real, paramos a desayunar unos cafés con leche acompañados de tostadas y porras. Apenas dos kilómetros después, cogimos el desvío hacia el control de acceso de visitantes de La Pedriza. Tuvimos suerte: no había cola, y la barrera estaba subida. Tras otros 4 Km, llegamos al aparcamiento de Canto Cochino. Allí, nos pusimos el calzado, y bien abrigados (el termómetro del coche marcaba 0 grados), comenzamos el trekking.



He de decir, que tuvimos la suerte de contar con un magnífico guía: Angel. Este amigo de mi hermana lleva pateando y escalando la zona desde hace más de 30 años, y se la conoce a la perfección. Siguiendo sus indicaciones, seguimos el Arroyo de la Majadilla dejando Peña Sirio y la Cueva de la Mora a nuestra derecha, hasta llegar a un puente que cruzamos junto al Refugio Giner de los Ríos.



Pilar y Angel cruzando el puente.

Seguimos ascendiendo junto al Arroyo de la Dehesilla y llegamos al Tolmo: Un tremendo bloque de granito pulido por los efectos meteorológicos a través de los siglos. Un enorme bloque, pero un pequeño ejemplo de lo que nos esperaba más adelante.



Junto al Tolmo.

Continuamos la marcha y la vegetación iba desapareciendo poco a poco. Al rato llegamos al collado de la Dehesilla (llamado también de la Silla). Se trata de una pequeña pradera, que por su situación y altura, estaba iluminada por los primeros rayos de sol del magnífico día que había amanecido. Esto hizo quitarnos algunas prendas y disfrutar del tímido calor con la primera parada de la jornada. Nos hidratamos y tomamos unas chocolatinas mientras descansábamos.


Collado de la Dehesilla.

Hasta el momento, no nos habíamos encontrado a nadie durante la marcha, pero poco a poco, la praderita se iba llenando de excursionistas que ascendían en grupos de tres o cuatro personas. La gran mayoría, continuaría camino a la derecha hacia el Yelmo, un trekking mucho más corto y menos exigente que el que realizaríamos nosotros.
Tras el pequeño descanso, plegamos y guardamos los bastones: a partir de allí, las manos serían nuestro mejor apoyo, ya que comenzaba de veras la ascensión a través de los grandes bloques de granito.





Siguiendo las marcas blancas y amarillas de la PR, rodeamos el enorme risco de Mataelvicial. El "camino" discurre a través de las zonas más inverosímiles aprovechando al máximo la curiosa forma con que las moles de granito se han ido amontonando, pasando sobre ellas o bajo ellas en varias ocasiones, incluso reptando. La falta de relieve, hacía que ascendiéramos por las rocas únicamente a través de la adherencia que ofrecía la goma de la punta de las botas sobre el pulido granito, como si se tratara de ascender con crampones por una pared de hielo.







Tuvimos la suerte de encontrarnos por el camino en varias ocasiones con cabras montesas.







Comimos tranquilamente en una zona llamada el Jardín del Torro. Desde aquí las vistas  de Cuerda Larga eran fantásticas.



Magnífica foto que nos sacó Pilar a Angel y a mí, con Cuerda Larga al fondo.


Pilar y Angel tras los buenísimos bocatas de tortilla de patata...


Tras el merecido descanso (llevábamos ya casi cinco horas de marcha), continuamos el trekking y pasamos junto a la bola de los Navajuelos. Habrá sido fotografiada millones de veces, y mencionada en casi todas las publicaciones que tratan de La Pedriza. Según el libro que me prestó Angel, a la bola de Navajuelos "geológicamente hablando, le quedan dos telediarios..."


En el centro, la bola de Navajuelos.


Tras otro rato de subida, llegamos a la Pared de Santillana.

Junto a la Pared de Santillana.




Un poco más de ascenso y llegamos hasta el Collado de la Ventana, alcanzando los 1.828 metros de altitud.



Collado de la Ventana.


A partir de aquí comienza el descenso. La mayoría se realiza a través de bosque, paralelos al Arroyo de los Pollos, hasta encontrarnos de nuevo con el puente que cruzamos al principio de la excursión junto al Refugio. Desde allí al aparcamiento de Canto Cochino un paseo.


Iniciando el descenso.

Gran parte del descenso se realiza a través del bosque.


Cruzando el Arroyo de los Pollos.

Tras las ocho horas de marcha, los más de 800 m de desnivel y las bajas temperaturas, ya sólo quedaron ganas para bajar a Manzanares El Real a tomar un café caliente, y visitar su castillo. Posteriormente volvimos hacia Alcorcón.

Ha sido un finde magnífico. Gracias Pilar y Angel por esta experiencia.


lunes, 19 de noviembre de 2012

FERRATA SANTA ELENA


Esta mañana de domingo tenía que madrugar sí o sí, pues mi hija salía con el grupo de montaña del cole y había que llevarla a coger el autobús antes de las 7:30.
Así, que aprovechando el madrugón y que mi hermana Pilar estaba en Zaragoza, cogimos los equipos y emprendimos rumbo hacia Biescas, a pesar de que el parte meteorológico no lo recomendaba.
Nuestro objetivo, ascender por la vía ferrata de Santa Elena hasta la ermita que lleva el mismo nombre.


Ermita de Santa Elena


Puede que la ferrata no sea gran cosa, pero también buscábamos una vía de baja dificultad para que la ascendiera mi hermana (recién incorporada a este deporte), y era lo suficientemente breve para realizarla y volver a casa a comer. Además, queríamos disfrutar de los maravillosos colores que el otoño nos ofrecía.


Precioso día y preciosa gama de colores otoñales.



Por la N-260 llegamos a Biescas, y apenas 3 km después en dirección Formigal, encontramos el desvío de la ermita y allí mismo aparcamos el coche.
Menos mal que no hicimos caso al "hombre del tiempo", pues anunciaba un 70% de probabilidades de lluvia en la zona, y sin embargo, no sólo no nos cayó una gota, sino que la temperatura era estupenda.

Cruzando el puente y siguiendo el PR HU-78, llegamos enseguida a los pies de la ferrata.



Una vez nos colocamos el equipo, comenzamos a ascender.




Como he comentado antes, esta vía no es gran cosa, es de poca dificultad, apenas tiene seis resaltes bien equipados, eso sí, dos de ellos de bastante verticalidad y muy cortita para lo que estoy acostumbrado. Pero no deja de ser entretenida.



Sin duda  se trata de una vía ideal para los que se inician en este deporte, y un buen aperitivo para los que se trasladen hasta Broto para realizar la ferrata de Sorrosal. Pero para los más avanzados ferrateros, ni mucho menos vale la pena el viaje para realizarla.



Al cabo de media hora más o menos, llegamos a los pies de la ermita.



Cuenta la leyenda que la emperatriz Elena, madre del emperador Constantino, vino a estas montañas a refugiarse de la persecución de los moros en los oscuros tiempos medievales. Siguiendo este mismo camino hacia Biescas, llegó a un punto donde se sentó a descansar. Allí, en la actualidad mana una fuente y se conserva una piedra en forma de silla y dos huellas del calzado que la tradición asegura que son las de la perseguida. Cuando llegó a la zona de la ermita, se refugió en una cueva allí existente, donde las arañas tejieron una opaca tela a la entrada de la misma, con el fin de ocultarla.



Después de pasear un rato por los alrededores, bajamos hacia la cascada.





Más tarde visitamos la fortaleza de Santa Elena, vestigios de lo que el ejército denominó la "Línea P".


Este núcleo de resistencia perteneciente a la Organización Defensiva de los Pirineos (Línea P), es uno de los seis que integran la defensa del valle de Tena. Se extiende a lo largo de unos 4 km, desde el estrecho de Santa Elena hasta la población de Hoz de Jaca. En los primeros estudios se planeó la construcción de casi 50 obras defensivas, pero no se llegó a realizar ni la mitad.


Edificio principal de la defensa. Casi idéntico al fuerte de Coll de Ladrones de Canfranc.


Interior del edificio principal.


No obstante, la Línea P fue la obra defensiva más grande construida jamás en España, y la más grande de Europa tras la II Guerra Mundial. Construida entre 1944 y 1957, abarcaba más de 500 km a través de todo el Pirineo, y comprendía miles de fortificaciones con asentamientos para diferentes tipos de armas, depósitos de municiones, víveres y refugios para la tropa. A pesar de ello, nunca llegó a terminarse; las obras se abandonaron y poco a poco cayeron en el olvido, sirviendo algunas de ellas como almacenes de material o incluso como corral. En la actualidad, muchas de estas obras han desaparecido debido a actuaciones urbanísticas, pantanos o ampliaciones de carreteras.


Troneras y enclaves de artillería.
  

Interior de las troneras.

Al rato bajamos por la pista hacia el coche. Y tras unos refrescos en Senegüé, volvimos hacia Zaragoza.

De camino hacia el coche.

La ferrata no habrá sido expectacular, pero la mezcla de naturaleza, deporte, cultura, leyendas e historia nos hizo pasar una magnífica mañana de domingo.





Entradas relacionadas:







lunes, 15 de octubre de 2012

BAUTISMO FERRATERO


Hace un año con mi amigo Agus, intentamos que mi hermana subiera la ferrata del Espolón de la Virgen, en Rodellar, pero en esa ocasión, el pánico se apoderó de ella y tuvo que abandonar cuando flanqueó hacia la izquierda e iba a comenzar el espolón, que es sumamente aéreo y vertical. Descendió por la propia ferrata.
Ella se quedó con el gusanillo de realizar una ferrata, y yo con que la hiciera. Así, que casi un año después la convencí, y aprovechando que había venido de Madrid a pasar en Zaragoza el puente del Pilar, mi hermana (también Pilar) y yo, nos encaminamos hacia Riglos para realizar la Cubilillo os Fils.
Riglos estaba abarrotado de gente. Había visto en ocasines Guardia Civil, pero practicando escalada, nunca dirigiendo el tráfico, y es que todos los aparcamientos, incluyendo el de los autobuses estaban abarrotados de vehículos. Así, que subimos con el coche hasta las tapias del cementerio para aparcar (y de paso, nos ahorrábamos 15 minutos de trekking).
Cogimos las mochilas y empezamos a caminar buen rato hasta el pie de la ferrata.

De camino hacia la ferrata, con un magnífico día
Aunque en el libro de ferratas que tengo ponen a la de Rodellar de nivel 2 sobre 5, y la de Riglos de nivel 3, la elegí porque es menos expuesta, aunque tiene tramos muy verticales e incluso un paso desplomado, pero también dispone de una vía de escape y varias terrazas donde descansar. En realidad, la dificultad de la vía es que se hace subiendo por clavijas en vez de las cómodas grapas.
Tras una marcha de casi una hora, llegamos a la ferrata y nos pusimos el equipo.

Pilar, con una sonrisa nerviosa antes de comenzar...

Comenzamos la ascensión. Tras las explicaciones pertinentes de seguridad, me quedé detrás de ella para aconsejarle como colocar los pies en según que tramos. A partir de aquí, y salvo algún que otro momento de nervios, todo salió genial.







En una repisa, descansamos para beber agua.





Y por fin, tras otro buen rato de subida, llegamos al mirador de los buitres.





A partir de aquí, iniciamos un divertido descenso. Siguiendo las líneas amarillas, tomamos un pequeño sendero que descendía con mucha pendiente. Pasamos por detrás de la Peña Don Justo asegurándonos en algunos tramos, cruzamos un pequeño puente nepalí y bajamos por una escala de hierro descendiendo hasta el camino de nuevo.



 







Finalmente, reemprendimos camino hacia el pueblo.


"Hasta ahí arriba he subido..."


Una vez llegamos al cementerio, cogimos el coche y nos tomamos un capricho en el Refugio de Riglos (que ya eran las 5 de la tarde y no habíamos comido...).




Enhorabuena Pilar, ya estás en este mundo "ferratero"...

"Yujuuuuuuuu...!!!"





Entradas relacionadas:

RIGLOS