miércoles, 28 de septiembre de 2016

FERRATA DE LA ZAPATILLA Y DESCENSO POR LA SIMA DE TORTIELLAS


Me enteré de la inauguración de esta vía en la Zapatilla el verano pasado, pero ha sido recientemente leyendo la crónica de esta actividad en el blog Montañas de ayer y de hoy, cuando me despertó de veras la curiosidad y las ganas de hacerla. Consulto a Sara la bloguera, los metros de cuerda que hacen falta para bajar la sima Tortiellas y... no tengo suficiente. 

Pero he aquí que la casualidad se pone de mi lado, y me entero que en mi club, el Club de Montaña Pirineos, van a hacer una salida de fin de semana y que la actividad del sábado es precisamente ésta. No me lo pienso dos veces y me uno a ellos.




El grupo queda a las 7:00 de la mañana para dividirse en coches, pero yo salgo directamente de casa hacia Huesca donde recogeré a Carmelo, un chaval nuevo en el club, y luego nos reunimos todos sobre las 9:00 en la cafetería Universo, en Canfranc Estación. En total somos unos 20 contando monitores. 

Una vez llegados a Candanchú, aparcamos cerca de las pistas y nos preparamos el equipo.

Desde el parking ya se divisa perfectamente la Zapatilla.

Preparando el equipo.

Comenzamos a caminar con los arneses puestos. Esta gente son unos máquinas. Obvian los caminos y llevan una velocidad tremenda. En poco tiempo de recorrido de aproximación me quedo el último. Uno de los monitores (llamado también Tomás) está conmigo constantemente, aunque supongo que no por gusto. No han parado ni una vez. Bueno, sí, una. Pero la llamada "parada del hijoputa", que consiste en que descansan hasta que el último integrante del grupo llega, y emprenden de nuevo la marcha sin dar tregua al vagón de cola...

"Esperadme, esperadme, que yo también quiero subiiiiiir..."

Tras la empinada y resbaladiza pedrera llegamos al comienzo de la vía. Como somos tanta gente, y sólo se puede subir de uno en uno, he conseguido alcanzar al grupo a tiempo de unirme a ellos.




Nos colocamos el casco y comenzamos a ferratear.

Aunque está provista de sirga de seguridad y utilizamos los disipadores para ferrata, en realidad hay que trepar por la pared para progresar (IIº y IIIº), ya que carece de grapas o clavijas.





Estamos subiendo rápido, y las vistas comienzan a ser espectaculares.



El nido de la araña.


Acabada la travesía comenzamos a subir por unas placas tumbadas con fisuras. Al principio es bastante pendiente pero conforme vamos subiendo va perdiendo inclinación.




Una vez arriba ya sin cable de vida vamos por una ladera bordeando una pared, para ir en busca del pedregal por el que subiremos a la chimenea.

Acabado el primer tramo de sirga.

Tres días antes de realizar esta actividad, efectivos del Grupo de Desactivación de Explosivos de la Guardia Civil (Gedex) desactivaron en esta zona siete proyectiles, supuestamente procedentes de maniobras militares de los años 40 ó 50.
Aún se pueden ver algunos restos, pero carecen de peligro.



Ahora toca otra vez caminar hasta la "suela" de la Zapatilla, donde comienza la chimenea por la que nos internaremos.





A los pies de la chimenea volvemos a encontrar cable de vida, e incluso cadena para facilitarnos el ascenso.

Este tramo es el mas atlético de la vía, de hecho dentro de la chimenea saliendo del paso mas complicado, encontramos las únicas 2 grapas de todo el recorrido, eso sí, son muy pequeñas.






Una vez fuera, seguimos ascendiendo. El resto de la vía es un largo tumbado con mucha piedra suelta. 

Hay que progresar con cuidado para no caerte, y evitar soltar piedras a los que vienen detrás, y esquivar las que han soltado los de delante.





Una vez acabada la vía, subimos a cima por la cresta, donde nos hicimos la foto de grupo.




Desde que era un niño llevo viendo año tras año este pico tan original e inconfundible que asoma por encima de la estación de esquí. Por fin lo he subido.

Sin relajarnos apenas, comenzamos a descender. La parte mas expuesta del regreso la haremos asegurados ya que desde el lado de la cima norte tenemos cable de vida para bajar hasta el collado del  tubo de la zapatilla.





Una vez abajo, nos sentamos tranquilamente a comer.


Hora de darle al diente.
Una imagen poco conocida de la Zapatilla.

Una vez terminada la comida y antes de que a alguien se le ocurra echarse la siesta, nos volvemos a poner en marcha para acabar el descenso por la sima de Tortiellas.

Caminamos hacia la parte superior del telesilla de Tortiellas, y seguimos ascendiendo por un camino hacia la cresta. En breves nos desviamos por un sendero que nos lleva a la entrada de la sima. ¡Ojo con el sendero! Durante la ferrata hemos estado anclados por tramos menos peligrosos...





Para bajar, tenemos que realizar 3 rápeles entre 20 y 30 metros. Primero bajan los monitores para equipar, y a partir de ahí el resto. El que baja hace de "campanero" para asegurar al que viene detrás, pasa al siguiente rápel y así sucesivamente.


Comenzando el primer rápel, el más vertical de todos.

El que suscribe bajando a la sima.
Esperando al segundo rápel.

Este es el más largo, muy resbaladizo y con mucha piedra suelta. Al final hay un volado de unos 2,5 metros.
Tercer y último rápel.

Saliendo de la sima.
Exterior de la sima.

 Una vez salió el último, regresamos a Candanchú a por los coches.




Recogimos el material, y bajamos a tomar una cerveza a Villanúa. Yo al rato volví a Zaragoza. El resto se fue hacia el albergue de Nerín, pues al día siguiente intentarían subir el Cilindro de Marboré.


El descanso del guerrero.

Hacía mucho tiempo que no realizaba actividades con el club. Más de 7 años. En realidad sigo apuntado porque lo exige la FAM para poder federarte, pero me he reencontrado con gente muy maja y a otros que he conocido... No descarto mirar de vez en cuando el calendario de actividades del Pirineos.












jueves, 22 de septiembre de 2016

VUELTA A LOS MALLOS DE RIGLOS


Ya hacía tiempo que había decidido con mis amigos José Antonio y Tere, que nos teníamos que ir de excursión con nuestras respectivas hijas. Nunca encontrábamos fecha, pero el que la sigue la consigue y, al fin, nos pusimos de acuerdo y nos fuimos a Riglos.

Saqué uno de los asientos ocultos de la Zafira, y sobre las 9 de la mañana nos subimos los seis y salimos. En Ayerbe, paramos a comprar el pan y tomar un café con pastas. Estaba en fiestas, y se notaba que muchos no se habían acostado todavía...

Listos para comenzar.

Llegamos a Riglos. No había preparado ninguna ruta en especial, así que según viera las fuerzas iría improvisando.

Comenzamos ascendiendo por la pronunciada calle José Antonio. Una vez llegamos a la plaza, nos dirigimos a la derecha por el camino de Figonero, marcado como GR-1 que pronto será de tierra. Avanzamos siguiendo la GR, cruzamos una pequeña balsa artificial y el camino se hace más ancho.



La mañana está despejada, y el sol calienta a base de bien... Hoy imprescindibles las gorras y crema de protección solar de 50.

Continuamos durante varios kilómetros sin dejar la GR-1, aprovechando para descansar en cada sombra que encontrábamos.




Llevábamos ya bebidos casi 3 litros de agua, así que decido desviarnos hacia la Fuente de los Clérigos, donde además de agua encontraríamos buena sombra.




Rellenamos las botellas y mientras hacían efecto las pastillas potabilizadoras, Almudena, Lucía y Beatriz aprovecharon a trepar por las paredes y meterse en pequeñas grutas con los frontales.

Al cabo del rato nos reincorporamos al camino, y continuamos un buen trecho hasta que llegamos a una pista. Estamos ahora en la GR-95.

Llegamos a un cruce de caminos. Aquí les pregunto qué prefieren hacer: si continuar subiendo para regresar a Riglos por el Alto de Santo Román pasando por el Mirador del Espinablo, ó ir hasta la Ermita de San Miguel y las ruinas del castillo de Marcuello y volver por el mismo sitio. Las niñas eligen la segunda opción por ser la menos costosa, pero como el voto de los padres "vale doble", seguimos subiendo.

Beatriz, una guapísima montañera.

Continuamos avanzando y continuamos bebiendo agua. Apenas nos quedan un par de litros que guardaremos para comer y para el regreso.

Cuando alcanzamos la cota más alta de la ruta, divisamos perfectamente Peña Oroel y los Pirineos.





Al cabo de buen rato, llegamos a Campo Roseta y el Mirador del Espinablo, desde donde disfrutamos de una magnífica vista de los mallos amenizada por el relajante vuelo de los buitres.

En el mirador del Espinablo.

Tere con mi hija.

El que suscribe con Lucía.


Una vez encontramos una sombra suficiente bajo la que cobijarnos los 6, nos ponemos a comer.

Empezando a comer.

Tere sacó la tortilla de patata que había hecho esa misma mañana, y nos la zampamos en un visto y no visto. Nos supo a gloria. También le dimos al jamón y al chorizo que las niñas pasaron con agua y los mayores con el vino de la bota que traje. 

Tras unas risas de sobremesa, comenzamos el descenso.





Nos quedaban unos 3/4 de litro de agua, así que la repartimos entre las peques racionándola con un pequeño sorbo cada vez. Aun así, todos pasamos sed...


Beatriz entre los mallos Pisón y Firé.
Llegando a Riglos y a la deseada hidratación...

Por fin llegamos de nuevo al punto de partida, y nos fuimos directos al bar donde nos saciamos a base de refrescos, cerveza y agua... ¡mucha agua!



¡Saciados de líquido al fin!


A pesar de la sed, ha sido una gran jornada. Espero repetir pronto con esta magnífica compañía...