Un WhatsApp de mi hermana: "El próximo fin de semana voy a Zaragoza. Prepara una salida guapa para el sábado". A ver qué le preparo que todavía no haya hecho, y si es posible que también sea nuevo para mí... Hace unos meses vi por internet una foto de unas escaleras de madera ancladas en la pared y recuerdo que pensé "esto hay que hacerlo", pero ya me olvidé del tema y no recordaba donde era. Buscando buscando... lo encontré: las pasarelas de Montfalcó, en la Sierra del Montsec. Un camino que discurre por la frontera natural entre Aragón y Cataluña, sobre el río Noguera Ribagorzana.
Salimos de Zaragoza sobre las 7:30 de la mañana, ponemos rumbo al Prepirineo de la Ribagorza Oriental y, tras pasar Huesca, Barbastro y Benabarre llegamos a Viacamp. Allí nos informamos en la Oficina de Turismo como llegar a Montfalcó, ya que se trata de un pueblo abandonado desde la construcción del embalse de Canelles en 1960 y el GPS del coche no reconoce tal población. Tras informarnos, tomamos una pista transitable para cualquier vehículo durante unos 17 km que se nos hicieron eternos. Con el coche blanco de tanto polvo, llegamos por fin al albergue Casa Batlle, gestionado por la Federación Aragonesa de Montañismo. Eran ya las 10:30.
Albergue Casa Batlle de Montfalcó |
Comenzamos a caminar. Nos espera un paisaje vertiginoso en sentido literal. Comienza el sendero entre bosque hasta la fuente. Aquí recomiendo llenar las botellas de agua hasta arriba, porque si os sale un día de sol como a nosotros, la necesitaréis...
Fuente de Montfalcó |
A partir de la fuente, el camino es de nueva construcción y continua por el bosque, que poco a poco va transformándose en un pinar. Cruza el barranco de las Tarteras y pasa por los restos del corral de las Viñas. Antiguamente esto era zona de cultivo, sobre todo había viñas. De ahí el nombre del corral.
Seguimos en constante descenso, desapareciendo el bosque y empezando a sentir el calor hasta que, ya cerca del río, llegamos a una enorme pared de roca caliza que termina por cortarnos el camino. Comienza el primer tramo de pasarelas: una estructura de postes y tablas de madera unidos con sirgas y anclados en la roca que, al principio asciende por medio de escaleras, y luego llanea por otro tramo casi horizontal de 63 metros, superando en diagonal la vertical pared de 33 metros de altura.
Es un camino de vértigo no apto para personas con miedo a las alturas, pues entre tabla y tabla se puede ver que debajo no hay nada, sólo el vacío...
Continuamos caminando y enseguida llegamos al segundo farallón. Este es todavía más alto. Mirar hacia arriba desde la base es espectacular: un nuevo tramo de escaleras sube en zig-zag superando los 50 metros de la pared a través de sus 159 escalones.
Realmente, no sabes si la estructura forma parte de la excursión, o estás viendo el decorado de una película de Indiana Jones...
Las vistas que se disfrutan durante la ascensión son increíbles.
A partir de aquí, el camino desciende en fuerte pendiente hasta llegar al primer puente: dos grandes estructuras metálicas, una a cada orilla, separadas por 35 metros y unidas entre sí por gruesos cables de acero, que a su vez sustentan un puente colgante que cimbrea al cruzar.
Hasta ahora el trayecto ha sido por Aragón. Una vez alcanzada la otra orilla, llegamos a Cataluña.
Una vez en la orilla ilerdense, el camino asciende durante media hora aproximadamente entre matorrales, hasta unirse a la GR-1 y que tomaremos para recorrer el congosto de Mont-Rebei.
Esta parte del recorrido también es impresionante. Se trata de un sendero que recorre 2 kilómetros, excavado en la roca en 1984 y que sustituye a otro excavado en 1924, pero más abajo y ahora inundado por el embalse.
Por fin llegamos a algo de sombra |
En todo momento hay una sirga anclada a la pared, a la que puedes agarrarte para mayor seguridad, aunque el camino es muy ancho y cómodo.
De vez en cuando hay unos bancos en los que podemos sentarnos a disfrutar del paisaje.
Y llegamos al segundo puente colgante, sobre el barranco Fondo, y fin de nuestro recorrido.
Una vez al otro lado del puente repusimos fuerzas y volvimos a cruzarlo para desandar todo el recorrido hasta el albergue de Montfalcó, junto al cual dejamos aparcado el coche.