Preciosa, espectacular, impresionante... Me quedo sin calificativos para describir esta vía. Quizás por eso haya abusado más de la cuenta de poner fotos en este post: situada en Broto, a las puertas del Parque Nacional de Ordesa, ésta ha sido sin duda la mejor de las ferratas que he realizado hasta la fecha.
Agus y yo solicitamos en nuestros respectivos trabajos, un jueves libre para poder realizar con tranquilidad y sin gente esta vía. Madrugamos ansiosos de dar este paso en nuestro particular "currículum ferratero".
Para llegar a Broto, coger la A-23 hasta Nueno (a unos 20 Km pasado Huesca), continuar por la N-330 y pasado Sabiñánigo, coger el desvío hacia Biescas (N-260). Desde aquí, y tras unos cuantos kilómetros atravesando el Puerto de Cotefablo, nos presentamos en Broto.
Nada más entrar al pueblo, divisamos la Cascada del Sorrosal que da nombre a la ferrata. Aparcamos el coche junto a una cafetería, y en tan sólo diez minutos caminando, cruzamos el río atravesando una escalera-puente que nos lleva al inicio de la vía.
Cascada del Sorrosal |
Durante los meses estivales, hay que pagar para hacer la ferrata. Nosotros tenemos suerte: no hay nadie para cobrar el "impuesto revolucionario". Dicen, que más que cobrar para poder realizarla, es una manera de garantizar el mantenimiento de la vía, evitar masificaciones y de controlar que todo el que va a acceder dispone del equipo mínimo necesario para evitar accidentes. En esta ocasión, además del arnés, casco, y el anclaje en Y con disipador, es recomendable llevar un frontal, ya que atravesaremos una cueva.
Nos colocamos el equipo admirando la cascada y felicitándonos por el día tan extraordinario que habíamos elegido. Comenzamos la ascensión por grapas y clavijas hasta el primer pozo.
El trasero del que suscribe |
Agus y su megasupermochila |
A partir de aquí y tras un tramo horizontal, ascendemos a través de cinco largas escaleras, siempre con la cascada a nuestra derecha.
Tras la última escalera, llegamos a la entrada de la pequeña gruta que tenemos que atravesar.
Tras cruzar la cueva, llegamos al interior del cañón. Este rincón es precioso. Lo recorremos horizontalmente y atravesaremos un puente de madera, ascendiendo de nuevo a continuación hasta el origen de la cascada. Dada la estrechez de esta zona entre altas paredes que impiden que penetren directamente los rayos del sol, la constante humedad, y la piedra tan redondeada y erosionada por el agua, obligan a que prestemos especial atención a dónde y cómo pisamos para no resbalar.
En este lugar, tomamos un tentempié y nos sentamos a disfrutar del paisaje. Aquí nos cruzamos con la única persona que vimos en toda la ferrata.
A partir de aquí, tras recorrer un camino equipado, llegamos a un prado. Para llegar al coche, sólo tuvimos que seguir las indicaciones amarillas.
Una vez en Broto, nos sentamos en una terraza en torno a unas merecidas cervezas a comentar la ferrata y a ver las fotos que habíamos hecho.
Como se acercaba la hora de comer, y apenas habíamos probado nuestras viandas, decidimos completar el día marchándonos a comer a un entorno incomparable: el Ibón de Piedrafita.
Cogimos el coche y tras pasar Biescas, fuimos en dirección Panticosa. Desde la carretera vimos las grapas de la ferrata de Santa Elena, y estuvimos en un tris de parar y realizarla, pero después de hacer la del Sorrosal, cualquier otra nos hubiera sabido a poco. Al cabo de unos kilómetros, cogimos el desvío a Piedrafita, y dejamos el vehículo en el parking del Parque Faunístico Lacuniacha, de recomendable visita.
Un suave trekking de alrededor de hora y media nos lleva al ibón, donde dimos buena cuenta del queso y el embutido.
Ibón de Piedrafita |
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