lunes, 16 de marzo de 2015

ALQUÉZAR Y ABRIGO DE QUIZÁNS


Preciosa mañana de domingo, con temperaturas muy suaves a pesar de estar a principios de marzo. Sobre las 8:30 salimos Agustín, Laura y yo de Zaragoza, camino de la joya del Parque Natural de la Sierra y los Cañones de Guara: Alquézar, la villa medieval que se yergue sobre el Cañón del río Vero.




Una vez llegamos, dimos un paseo por las calles de esta encantadora población milenaria aprovechando que todavía no estaba llena de turistas.

Sobre un impresionante entorno paisajístico se eleva majestuosa la Colegiata, antaño fortaleza y hoy Monumento Nacional. A sus pies se extiende el espeso caserío que surgió a la sombra de la fortaleza musulmana erigida en el siglo IX por Jalaf ibn Rasid. Tal fue la importancia de este enclave que daría nombre a la villa: al-qásr, Alquézar, la fortaleza.





  

Declarado Conjunto Histórico Artístico, esta villa ofrece la posibilidad de revivir el lejano pasado medieval al recorrer sus calles y rincones más emblemáticos. Por ejemplo, el portalón gótico de acceso a la antigua villa o la antigua Plaza Mayor, una plaza porticada donde cada una de las casas cuenta con una solución arquitectónica diferente.








Entramos en la oficina de turismo a coger un plano sobre rutas senderistas desde Alquézar. Aunque la Ruta de las Pasarelas es la más conocida por su baja dificultad y expectacularidad del recorrido, existen numerosas tanto para senderismo como para BTT.





Nosotros elegimos la Ruta de los abrigos de Quizáns y Chimiachas. Esta ruta es un recorrido exclusivamente senderista que discurre entre barrancos y tozales del sector oriental del Parque de Guara. Podremos disfrutar de espectaculares paisajes sobre el río Vero y de algunas de las pinturas rupestres más destacadas del Parque Cultural, declaradas Patrimonio Mundial por la UNESCO.

Tras tomar un café y con el plano en la mano, iniciamos la excursión. El inicio del camino se encuentra junto a las piscinas municipales de Alquézar, donde existe un panel informativo sobre la ruta. Por él llegaremos a la primera de las construcciones de aspecto troncopiramidal, recreación de las viejas casetas de pastor típicas de la sierra de Guara.




  

Siguiendo el sendero que avanza hacia el norte, junto a una acequia de cemento, se divisa una bella panorámica de Alquézar. La señalización nos marca el camino a seguir para alcanzar las Balsas de Basacol; antes hay que superar unas pasarelas y atravesar un pequeño puente de piedra situado en el Barranco de la Payuela.



 

Las Balsas de Basacol son un buen lugar para refrescarse, antes de continuar el ascenso por el camino que se dirige a los abrigos de Quizáns. La zona está provista de bancos y mesas, donde aprovechamos a tomar un tentempié.

Hasta hace unos años, estas balsas abastecían a los vecinos de Alquézar. De aquí provenía el agua para beber tanto personas como animales, así como para el regadío de los campos.








Durante el tramo siguiente continuamos caminando cuesta arriba, disfrutando de espléndidas vistas de las sierras y el cañón del Vero.

Laura junto a una caseta de pastor recientemente rehabilitada.
 
Entre un denso matorral formado por sabinas, boj, romero, espliegos, coscojas y carrascas, discurre el sendero que se aproxima a Quizáns.









Esta zona, utilizada hasta no hace mucho como refugio para el ganado, posee pinturas rupestres esquemáticas.

Recomiendo no realizar este recorrido en días calurosos, así como llevar abundante agua. De hecho, esta fue la primera sombra que encontramos en el camino, y en ella nos refugiamos un buen rato.


Mientras descansábamos, disfrutamos del vuelo de los buitres.

El camino de vuelta, se realiza por el mismo sitio hasta llegar de nuevo a las balsas de Basacol. Allí, nosotros tomamos un desvío para llegar a Alquezar por otro camino diferente al de ida.

Llegando a Alquézar de nuevo.
Alquézar estaba a esas horas lleno de turistas. Nos costó, pero conseguimos sentarnos en una terraza a disfrutar de una cerveza. Y de allí ya a Zaragoza de nuevo.







miércoles, 4 de marzo de 2015

EVASIÓN EN EL MONTE KENIA





Evasión en el Monte Kenia, es la emocionante historia de tres prisioneros de guerra italianos (Felice Benuzzi, Giovanni Balleto y Vincenzo Barsotti), que durante la II Guerra Mundial, se fugan de un campo de prisioneros británico con un único fin: escalar el imponente y peligroso Monte Kenia, colocar en la cima la bandera italiana, y regresar de nuevo al cautiverio en el campo.



Monte Kenia


El libro está relatado por uno de los protagonistas de esta verídica aventura: Felice Benuzzi. A él siempre le apasionó el alpinismo. De ascendencia italo-austríaca, nacido en Viena en 1910 y criado en Trieste, había sido durante su infancia y adolescencia un asiduo visitante de las cumbres de los Dolomitas y los Alpes Julianos hasta su traslado a Roma. Allí estudiaría Derecho, y se convirtió en empleado del Servicio Colonial Italiano. En 1939, se le destinó a Addis Abeba, en la Abisinia ocupada.


Felice Benuzzi, autor y protagonista del libro.

Entre junio de 1940 y noviembre de 1941, las tropas británicas lanzaron la llamada Campaña del África Oriental, que culminó con la rendición de los italianos y el retorno del negus Haile Selassie, que había sido expulsado por las tropas de Mussolini en 1936. Benuzzi, como muchos otros italianos, fue capturado y enviado a un campo de prisioneros: el Campo 354, cerca de Nanyuki (Kenia).

Había un detalle del campo que fascinó desde un principio a Benuzzi: a unos kilómetros, perfectamente visible, estaba el imponente Monte Kenia, que con sus 5.199 metros es la montaña más grande del país y la segunda de África, sólo superada por el Kilimanjaro (5.892 m). Aquella inmensa mole de piedra empezó a convertirse en una obsesión para Benuzzi, quien se pasaba largos ratos observándola. Poco a poco, fue germinando la idea de que tenía que ascender a aquella cumbre. El tedio de la rutinaria vida del campo y la opresión de estar prisionero hicieron el resto: llegó un día en que Benuzzi decidió fugarse y conquistar la montaña como fuese. Y es en este punto, donde comienza la historia que se narra en este libro.



Dibujo del Monte Kenia, visto desde el interior del campo de prisioneros, realizado por Benuzzi.


Tras convencer a otros dos  prisioneros del campo para que se le unieran en la aventura, comenzaron meses y meses de preparación del equipo: piolets hechos a partir de martillos, crampones fabricados con chatarra, cuerdas a partir de las mosquiteras de sus camas, ropa de abrigo hecha con mantas... Y también guardando parte de sus raciones (conservas, galletas, chocolate) para disponer de alimentos en el ascenso. Benuzzi incluso dejó de fumar para intercambiar su tabaco con otros presos y obtener los materiales que necesitaba... 

Y continúa la trama con la fuga y la aproximación al Monte Kenia, donde tienen que sortear patrullas, así como leopardos, elefantes y otros animales salvajes de la selva... los campamentos... el ascenso... ¡una gozada de relato! Me ha encantado.


"Olvidamos por completo que en el mundo existía el odio, la guerra y el cautiverio..."

Evasión en el Monte Kenia es por derecho propio uno de los grandes clásicos de la literatura de montaña. Una obra maestra que se publica por primera vez en castellano en una cuidada edición ilustrada con numerosas fotografías y mapas, que no debería faltar en la biblioteca de cualquier montañero que se precie.




FICHA DEL LIBRO:

Título: EVASIÓN EN EL MONTE KENIA


Autor: Felice Benuzzi


Editorial: Xplora


Año: 2.014


Nº de páginas: 328


ISBN: 978-84-15797-29-6