Y otro fin de semana que me traslado a Madrid. La excusa esta vez, es ascender el pico Peñalara en compañía de Pilar y Angel, y estrenar los crampones que me regalaron por navidades.
Cima del Peñalara, de 2.428 metros, con Cuerda Larga al fondo. |
Madrugamos el sábado, y nos dirigimos en coche hacia la Sierra de Guadarrama, concretamente hasta Cercedilla. Aparcamos en un garaje cubierto ¡¡¡gratuito!!!, y tras preparar las mochilas salimos en busca de una cafetería para desayunar.
Era la primera vez que venía a esta localidad y me gustó. Me llamó la atención la estatua del campeón olímpico de esquí Francisco Fernández Ochoa, nacido en Madrid pero criado en Cercedilla.
Después de desayunar, fuimos hacia la estación de Renfe. Subiríamos a Puerto de Cotos por ferrocarril. Este tren de vía estrecha, es un medio idóneo para contemplar el valor paisajístico de la Sierra de Guadarrama. Atraviesa lugares tan pintorescos como la ladera de los Siete Picos, el Puerto de Navacerrada, bosques de Valsaín y Puerto de Cotos.
A punto de subir al primer tren de la mañana. |
Me encantó el viaje. Es caro, pero vale la pena. Los vagones son antiguos, de esos en los que puedes bajar las ventanillas y sacar casi medio cuerpo al exterior. Ideal para ir fotografiando el trayecto... hasta que los compañeros de vagón se empiezan a quejar del frío y tienes que volver a cerrar.
Llegamos a Puerto de Cotos. Hacía frío. En la misma estación nos abrigamos y ya empezamos a caminar.
Comenzamos ascendiendo a través de pinos. Atrás habíamos dejado la Casa del Parque, que es el centro de información del Parque Natural de Peñalara.
Entre el bosque |
Se empezaba a levantar aire, pero el bosque nos protegía. No obstante, el altímetro marcaba una temperatura de -1ºC.
Poco a poco el arbolado iba desapareciendo, y conforme ascendíamos el frío se acrecentaba. Fui a hacer una foto y me di cuenta que la máquina estaba congelada y no se habría el objetivo (todas las fotos a partir de ahora están hechas con la de Pilar). Miré el altímetro y marcaba -2,5ºC. Esa fue la última ocasión en que lo pude mirar, pues al poco se congeló la pantalla y no se veía nada...
La ventisca se hizo más fuerte y la nieve se endurecía a gran velocidad. Nos pusimos los crampones.
La temperatura bajo cero y el fuerte aire, hizo que la sensación térmica fuera muy baja. A pesar de llevar puestos 2 guantes en cada mano, tuve que ponerme encima las manoplas. Tenía los dedos helados.
El menda, heladito de frío... |
Decidimos dar media vuelta y volver a internarnos en el bosque.
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Al poco, Angel encontró un refugio natural: un árbol con las ramas congeladas y muy bajas.
"Mirad que refugio he encontrado..." |
Nos sirvió de cabaña donde descansamos y comimos algo. Mi hermana (muy previsora), llevó un termo con caldo caliente... ¡nos supo a gloria!
Dando buena cuenta del caldo y los bocatas. |
Y llegamos a Cotos de nuevo tras un buen rato de bajada. Tras un café rápido, volvimos hacia la estación a por el tren de vuelta a Cercedilla.
De vuelta a por el tren. |
Estaba fastidiado. Peñalara es una montaña pequeña, de apenas 2.428 metros y no habíamos hecho cima. ¿Habíamos hecho bien al renunciar y dar media vuelta? Teniendo en cuenta que la última vez que pude mirar la temperatura era de -2,5ºC, que el aire era tan fuerte que había momentos en que teníamos que gritar fuerte para llevar una conversación, y mirando la siguiente tabla, creo que la respuesta es sí, hicimos bien en volver sobre nuestros pasos y renunciar a la cima.
Tabla para determinar la sensación térmica en función de la temperatura y la velocidad del viento. |
Para colmo, justo una semana después, los servicios de rescate de la Comunidad madrileña recibían una llamada de socorro desde el móvil de dos alpinistas que se encontraban perdidos en algún punto de la misma zona por donde estuvimos nosotros. Unidades de montaña de los Bomberos de Madrid, el grupo de rescate de la Guardia Civil y efectivos de Cruz Roja estuvieron peinando la zona durante toda la madrugada. Con las primeras luces del día, la búsqueda se intensificó y eran localizados medio enterrados en la nieve, en una especie de fisura en la que se habían introducido para intentar superar las rachas de hasta 90 kilómetros por hora que se registraron en el Sistema Central. Los montañeros iban bien equipados, con ropa técnica y con el equipo necesario para caminar por nieve y hielo. Uno de ellos solo presentaba lesiones leves por hipotermia, pero el otro, con congelaciones muy serias ya había fallecido.
Hay que aprender a renunciar...