miércoles, 9 de diciembre de 2015

FERRATA MONDRAGÓ


Continúo por tierras valencianas. Tras realizar ayer la vía ferrata Fuente del Chorrico, el cuerpo me pide más adrenalina. Así, que mientras mi hija Almudena conoce Valencia en compañía de Marina y Alicia, yo me voy a "ferratear" con mis amigos Floren y Luis.



Salimos los tres de Paterna en dirección a la provincia de Castellón, concretamente a Vall d’Uixó, a las puertas de la Sierra de Espadán. Tras unos cafés en el pueblo (y un hermoso bocata que se zampó Luis), continuamos hacia la Font del Anogueret. 

Allí aparcamos el coche y nos colocamos rápidamente los arneses y el resto del equipo. Y digo "rápidamente" porque en el mismo parking, había dos monitores con diez ó doce novatos explicándoles el funcionamiento del disipador mientras se lo iban colocando. En este tipo de deportes cada persona ha de llevar su ritmo y, comprendemos que este grupo, al ser su primera ferrata ascendiera lentamente. Así, que para evitar ponerles nerviosos al ver que tenían gente detrás, y poder realizar la ferrata sin hacer "cola", nos metemos caña y los adelantamos en el trekking que nos llevaría a los pies de la vía.


Luis llegando al inicio de la ferrata

Tras unos 25 minutos de caminata, comenzamos por fin a divisar las primeras grapas. Aún no habíamos comenzado a ascender, y las vistas ya eran preciosas con el mar al fondo...



Esta vía ferrata esta catalogada con una dificultad de K-3. Asciende unos 40 metros a través de finas grapas (algunas dobladas), un rápel (por lo que es obligatorio llevar cuerda) y dos puentes tibetanos. Hasta no hace mucho había una tirolina, pero fue suprimida y sustituida por el segundo tibetano, ante la cantidad de accidentes que había...

Comenzamos la ferrata. Al igual que ayer, Floren va de primero, yo de segundo, y Luis cierra el grupo.



El recorrido equipado empieza con una pequeña canal, que es salvada con la ayuda de finas grapas, alguna piedra pegada a la pared con químico, e incluso algún tramo simplemente con el fino cable de vida y teniendo que buscar agarres naturales. Esta primera parte no llega a ponerse en ningún momento del todo vertical.



Tras la canal realizamos a pie un flanqueo horizontal que nos lleva a toparmos con el primer y también único obstáculo "serio" de la vía en forma de pared vertical, en la que las grapas tienen un poco más de separación entre ellas, y obligan a tirar de brazos más de la cuenta. Aunque las secciones de cable son más pequeñas, son más numerosas y minimizan la dificultad que pueda tener esta vertical.

Un corto tramo equipado con una escalera da paso a un ligero desplome.



Tras esta escalera, la pared se empieza a tumbar hasta alcanzar la cota más alta de la misma donde podremos disfrutar plenamente de uno de los puntos más expectaculares de esta vía: las vistas. Inmejorables hacia el mar y la Plana, y hacia alguna de las montañas colindantes como la Creu de Ferro, el Puntal de la Font de Cabres, el Puntal d'Artana o el Castell d'Uixó.




Una vez llegados al final de la ferrata, seguimos la ladera rocosa y, dejando el vacío a nuestra izquierda, a unos 60 metros metros llegamos a una gran brecha que nos impide el paso. Buscando encontramos el rápel. Luis se encargó de equiparlo.






Tras el rápel, comienza de veras la adrenalina: los puentes tibetanos. El primero se trata de tres sirgas unidas para apoyar los pies, dos paralelas que hacen de pasamanos, más una central donde nos aseguraremos.





Tras ascender un poco por la roca, llega el segundo tibetano. Esta vez hay sólo una sirga para los pies, y otra para asegurarnos... ¡Adrenalina al 100%!

Floren el machote, comprobando la resistencia de la sirga.
"Pero bueno, ¿esto qué es? ¿el campo de entrenamiento del Circo del Sol?"
Luis pronunciando su frase: "¡Mi territorio es Discovery!"

Después del segundo puente, regresamos hacia el coche.




Esta ha sido una gran jornada: montaña + ferratas + amigos... ¿qué más se puede pedir? Ah, sí... ¡una buena paella! Pues también la tuvimos, en casa de la madre de Floren. ¡Buenísima!