Al contrario que en otras ocasiones que soy yo el que se desplaza a ferratear con mis amigos de Levante, en esta ocasión es Luis el que viene de Valencia para hacer algo de montaña por mi tierra y pasar unos días en Zaragoza.
Ha madrugado bastante, y a las 9:30 me pasa a buscar y nos vamos directamente hacia Murillo de Gállego donde haremos la mal llamada ferrata Peña Rueba, pues se trata de dos ferratas diferentes: la vía ferrata Varela Portillo que está al oeste de la peña, y la vía ferrata de La Mora, situada al sur.
Tras una rápida parada en Ayerbe para comprar pan, llegamos a Murillo de Gállego y giramos a la izquierda siguiendo las indicaciones que llevan a la Ermita de la Virgen de Liena. A unos 300 metros tomamos un desvío a la derecha, y tras un rato conduciendo por pista, llegamos al muro de una casa y aparcamos. Aunque se debería dejar el coche un par de kilómetros más adelante, la pista a partir de aquí deja mucho que desear y decidimos continuar andando.
Luis señalando Peña Rueba al fondo. |
Peña Rueba se encuentra entre los Mallos de Agüero y los Mallos de Riglos, y aparte de las ferratas cuenta con vías de escalada. Se puede acceder a la cima a través de cualquiera de las dos vías ferratas, lo cual la hace muy atractiva ya que podemos subir por una y bajar por la otra haciendo una ruta circular.
Nosotros subiremos por la Varela Portillo (K-4) y bajaremos por la ferrata de La Mora (K-2). Lo malo de esta decisión es que el acceso hasta la primera ferrata no es largo... es larguísimo. Toda una excursión. Más de dos horas de constante subida que a pesar de estar en pleno febrero, nos hizo sudar bastante. Pero había ganas: no hacíamos actividad montañera juntos desde que vinimos de Alpes el verano pasado.
Ya falta menos... |
Al pie de la peña, junto a la Cueva Calva. |
Desde la Cueva Calva seguimos al norte rodeando Peña Rueba tendiendo a ir siempre a la izquierda, como si nos alejáramos. Perdemos altura para cruzar un barranco y subimos por la loma de enfrente hasta llegar a unos paredones inclinados y lisos. Aquí daremos con el paso natural de la Faja Varela-Portillo. El camino gira bruscamente al este donde tenemos visible al fondo un espolón, inicio de la ferrata y la cresta de Peña Rueba. Nos faltará subir por un pronunciado pedregal para llegar a tocar la primera grapa un poco escondida, a la derecha del pedregal.
Un vistazo hacia atrás mientras subimos... |
Ya se ve al fondo la pedrera por la que tenemos que subir. |
Subiendo la empinada pedrera. |
Por fin tocamos la roca del espolón y vemos la primera grapa. Nos ponemos el equipo y comenzamos la primera ferrata.
Comenzamos por una zona muy vertical y expuesta. No dispone de muchas grapas, y hay que ayudarse durante el ascenso de los agarres naturales y de la cadena que en ocasiones va paralela a sirga. Aun así, tuvimos que ayudarnos en una ocasión de un nudo prúsik en la sirga.
Al cabo de un buen rato llegamos a la cresta, donde disfrutamos de unas magníficas vistas de los Pirineos con sus cumbres nevadas, Peña Oroel, el pantano de La Peña...
Comenzamos a caminar por la larga cresta que nos llevará a la cima de Peña Rueba. Está la mayoría equipada con sirga, pero aún así tiene unos pasos expuestos que hacen extremar la precaución.
Terminada la cresta, termina también la ferrata Varela Portillo. Llegamos a un sendero que nos lleva directamente a la cima, desde la cual disfrutamos de la amplia panorámica de los Mallos de Riglos, Sierra de Guara, Hoya de Huesca e incluso el Moncayo.
Al cabo de un buen rato llegamos a la cresta, donde disfrutamos de unas magníficas vistas de los Pirineos con sus cumbres nevadas, Peña Oroel, el pantano de La Peña...
Comenzamos a caminar por la larga cresta que nos llevará a la cima de Peña Rueba. Está la mayoría equipada con sirga, pero aún así tiene unos pasos expuestos que hacen extremar la precaución.
Terminada la cresta, termina también la ferrata Varela Portillo. Llegamos a un sendero que nos lleva directamente a la cima, desde la cual disfrutamos de la amplia panorámica de los Mallos de Riglos, Sierra de Guara, Hoya de Huesca e incluso el Moncayo.
Al poco iniciamos el descenso a través de la ferrata de La Mora. Al principio está equipada únicamente con el cable de vida. Cuando se va volviendo más vertical, la equipación se completa con una larga cadena.
La ferrata nos da la opción de subir al Mallo La Mora, y volverlo a bajar por el mismo sitio. Nosotros por cuestiones de reloj obviamos el desvío y continuamos el descenso, pero desde aquí recomiendo al lector que suba aunque va a disfrutar de las mismas vistas que en la cima de Peña Rueba.
La ferrata nos da la opción de subir al Mallo La Mora, y volverlo a bajar por el mismo sitio. Nosotros por cuestiones de reloj obviamos el desvío y continuamos el descenso, pero desde aquí recomiendo al lector que suba aunque va a disfrutar de las mismas vistas que en la cima de Peña Rueba.
Mallo La Mora |
El descenso es también entretenido. A veces los destrepes son muy verticales y hay que ayudarse de los agarres naturales de la roca y de las ramas de bog.
Al final de la ferrata (o al principio si decides ascender por ésta), hay alguna grapa que nos facilita el descenso.
Tras un buen rato de descenso llegamos al sendero, que nos llevará de nuevo a la pista. Han pasado casi 6 horas desde que nos bajamos del coche hasta que llegamos de nuevo a él.
Nos han gustado mucho las ferratas y, desde luego no son precisamente de iniciación para novatos. Están en un estado muy bueno de conservación, y por poner un "pero", lo pondría a las puntas de las sirgas que algunas están deshilachadas y pinchan. Hemos tenido suerte con la meteo y hemos disfrutado de unas vistas increíbles, amenizadas con el relajante vuelo de los buitres leonados que constantemente pasaban sobre nosotros.
Nos han gustado mucho las ferratas y, desde luego no son precisamente de iniciación para novatos. Están en un estado muy bueno de conservación, y por poner un "pero", lo pondría a las puntas de las sirgas que algunas están deshilachadas y pinchan. Hemos tenido suerte con la meteo y hemos disfrutado de unas vistas increíbles, amenizadas con el relajante vuelo de los buitres leonados que constantemente pasaban sobre nosotros.