miércoles, 20 de mayo de 2015

PATONES Y PONTÓN DE LA OLIVA


Nuevamente por Madrid. Hoy mi hermana tiene que trabajar, así que Angel me va a llevar a hacer alguna rutilla por ahí... Visitaremos Patones, y haremos un trekking por el Pontón de la Oliva.

Patones es un municipio situado al nordeste de la comunidad madrileña. Su población se reparte entre dos localidades: Patones de Arriba y Patones de Abajo. Dejamos el coche en Patones de Abajo (de escaso interés turístico, pues es relativamente nuevo, de los años 50-60 del s.XX) y nos vamos caminando hacia Patones de Arriba.

Precioso paseo entre Patones de Abajo y Patones de Arriba.
Mirando algunas de las numerosas cuevas que hay por el camino.

Dicen que durante la invasión musulmana de la Península, algunos cristianos consiguieron huir y refugiarse en estos agrestes paisajes, pudiendo salvar sus vidas, así como mantener sus creencias y costumbres. Y así nació Patones. Una localidad que llegó a tener su propio rey. El rey era una especie de alcalde-juez de Paz, que administraba justicia entre los vecinos. Se dice que cuando el rey Carlos III se dirigía  a estos personajes lo hacía refiriéndose al rey de los Patones.




En el siglo XIX también será importante para esta población la guerra de la Independencia que, según la leyenda no había afectado al pueblo. Debido a su situación había quedado oculto y no había sido visto por los franceses, con lo cual no fue invadido.





Tras pasear un buen rato por este precioso pueblo, volvemos caminando hacia Patones de Abajo, y de allí nos fuimos hacia el Pontón de la Oliva.

La mayor parte de la gente que va al Pontón lo hace para escalar, porque hay una pared en cortado fantástica para esto...



El trekking lo comenzamos siguiendo las marcas de la GR10 que salen junto a la presa, caminando por pasarelas que se utilizaron para la construcción, y que recuerdan un poco al paso construido en las paredes del desfiladero de los Gaitanes en El Chorro (Málaga), al que llaman Caminito del Rey.



La presa del Pontón de la Oliva se construyó a mediados del siglo XIX para embalsar el agua del río Lozoya. Tras los estudios de ingeniería, los planos y la construcción, resultó que todo el proyecto era inviable, porque la naturaleza calcárea del terreno provocaba que el agua se filtrase y no se embalsaba. Total, que la obra concluida quedó abandonada y, hacia 1882, fue sustituida por el embalse del Villar, unos 20 km aguas arriba. 

Gracias a ese error de la ingeniería, hoy podemos disfrutar de otro modo de ese espacio, y del río que atraviesa la pradera.




La temperatura es magnífica, y el sendero está plagado de flores, y de animales atraídos por ellas. Algunos de ellos gigantescos, como este lepidóptero:




El camino es muy suave. Apenas se nota desnivel.




Cuando consideramos que era hora de dar la vuelta, bajamos al río para cruzarlo y regresar por el otro lado.




Si el camino de ida ha sido precioso, el de vuelta todavía lo es más...




Y llegamos de nuevo al Pontón de la Oliva, que por cierto, forma parte del patrimonio histórico de la Sierra de Ayllón. 

A pesar de estar en un entorno tan idílico, esa roca tan oscura le da un aspecto siniestro, tenebroso... ¿No os recuerda un poco al Abismo de Helm, de El Señor de los Anillos? 













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