miércoles, 4 de julio de 2018

FERRATA DE CURALLA - VERCORIN


Tercer día en Alpes. A pesar que ayer en la oficina de turismo de Chamonix nos dijeron que no había ninguna vía ferrata abierta en muchos kilómetros a la redonda por el deshielo, nos enteramos gracias a internet que en Passy, a tan sólo 16 km de Les Contamines (donde estamos alojados) tenemos una ferrata abierta con unas vistas impresionantes si las nubes nos dejan.



Abonamos la cuenta en el hotel y volvemos a cargar todo en el coche. Esta noche dormiremos ya en Suiza.

Dejamos el vehículo en el parking que hay justo donde comienza el sendero de aproximación, y nos colocamos el equipo. Floren no quiere hacer la ferrata: hace calor y nos va a dar el sol prácticamente durante todo el recorrido y no quiere que le dé otro bajón de tensión. Hará el camino de retorno hasta encontrarnos al final de la vía.

Floren y Luis viendo el recorrido

Comenzamos la aproximación caminando por un sendero entre bosque con dura pendiente que nos hace sudar de lo lindo. Dura unos 20 minutos.

Llegamos a la pared, nos colocamos el casco y... ¡para arriba!




La longitud de la vía son 500 metros, y salva 180 metros de desnivel. Pero como el parking está en la parte más alta del pueblo más la subida de aproximación, apenas hemos subido unas cuantas grapas y el patio es bastante considerable...


Una vez que hemos ascendido los primeros 15 ó 20 metros, prácticamente la vía se convierte en un continuo flanqueo a la izquierda en ligero ascenso. 

Cuenta con 5 puentes nepalíes. Cada uno tiene su nombre, y los hay para todos los gustos: con una pequeña plataforma de tramex, tablón de madera, sirga con pasamanos, y sirga sin pasamanos (el que menos me gusta a mí...).

"Puente Varan", de 18 metros. El más largo de todos.

"Puente D'Assy". Sólo tiene una sirga para los pies y otra para asegurarte...

"Puente de Barmerousse". Simplemente una madera.


Está equipada lo justo, usando en muchos casos los resaltes y formas que nos ofrece la roca. Las grapas son muy gruesas y estables, y la sirga tiene un diámetro considerable. 

Pero lo mejor de todo son las vistas: cuando las nubes nos dejan, podemos divisar todo el macizo del Mont-Blanc, así como parapentistas volando incluso por debajo de nosotros.







El peor paso es quizás un desplomado que hay justo a la salida de uno de los puentes nepalíes. Ésta vía ferrata en España tendría una catalogación de K3+ ó K4.




El final de la ferrata es vertical hasta llegar al sendero de retorno, donde nos estaba esperando Floren.







Una vez arriba, comenzamos el retorno con alguna que otra pausa para divisar el macizo del Mont-Blanc.




Cuando estábamos a punto de llegar al coche, encontramos una cabaña con bancos y mesas en la que alquilaban material de ferratas, y vendían bebidas frescas. Así que nos pedimos algo de beber y sacamos nuestra comida. Junto a nosotros se puso el pastor alemán de la mujer que atendía, y no le hacía ascos a nada de la comida que le dábamos, incluyendo la piel del embutido...




Después de comer y antes de que nos tiente una buena siesta a la sombra, nos volvemos a Chamonix, donde haríamos una colada en una lavandería pública mientras tomamos café en una terraza.





Con la ropa ya limpia, volvemos al coche y ponemos rumbo a Vercorin, en Suiza. 

Yo desde niño siempre me había imaginado Suiza como un país con enormes montañas, prados verdes y vacas: pues esa es justo la primera visión que tenemos nada mas pasar la frontera. No podemos evitarlo y paramos el coche para fotografiar.




En la primera gasolinera que vemos, paramos a repostar (más barato que en Francia, al contrario de lo que nos imaginábamos) y compramos la Viñeta (Vignette en fracés), que es un impuesto por vehículo en forma de pegatina que hay que poner en un sitio visible del coche. 

Allí Luis se da cuenta que ha recibido un email del hotel que había reservado para los 2 próximos días, en el que le comunicaban que la rotura de una tubería de agua hacía imposible nuestro alojamiento y que nos trasladaban a otro hotel, el hotel Marco Polo. Nuestros comentarios no se hicieron esperar: "Con lo chulo que era ese hotel", "jolín qué mala suerte", "ya verás tú a dónde nos envían ahora", pero cuando llegamos a Vercorin al hotel en cuestión... ¡flipamos!  Sobre un prado verde, había un montón de casitas de madera, con su jardín y terraza y unas vistas increíbles. La que nos tocó a Luis y a mí, tenía una habitación doble y cuarto de baño, pero la de Floren y Kike, aparte del dormitorio, tenía salón y jacuzzi en el jardín.







Una vez descargado el coche, Luis y yo no lo dudamos y tras ponernos el bañador, fuimos a invadir el jardín de nuestros amigos a bañarnos en el jacuzzi.




Después de organizar todo y una buena ducha, bajamos caminando al centro del pueblo a cenar.










2 comentarios:

  1. Hola Tomás.

    Nada más que no hicisteis caso a la de turismo, porque es una lastima tener una vía ferrata tan cerca y no hacerla. Como bien dices y se aprecia en las fotografías enseguida coge altura, además el hecho de que prácticamente toda sea un flanqueo hace que sea más larga.

    A mi personalmente este tipo de ferratas con poco equipamiento y que aprovechan bien los elementos naturales me gustan, una lastima que este tan lejos ...

    Un saludo

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    1. Hola Eduardo!
      Efectivamente es una pena que esté tan lejos, porque es una de las mejores ferratas que he hecho junto a la de Mürren en Suiza (la publicaré en un par de días). Los puentes tibetanos, especialmente el que sólo tiene una sirga para los pies y otra para las manos, hacen que se dispare la adrenalina sobre todo con semejante patio...
      Un saludo y gracias por seguir el blog.

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